miércoles, 8 de septiembre de 2010

Exilio

Exilio
por Hector G. Oesterheld.
Nunca se vio en Gelo algo tan cómico.
Salió de entre el roto metal con paso vacilante, movió la boca, desde el
principio nos hizo reir con esas piernas tan largas, esos dos ojos de pupilas
tan increíblemente redondas.
Le dimos grubas, y linas, y kialas.
Pero no quiso recibirlas, fijate, ni siquiera aceptó las kialas, fue tan
cómico verlo rechazar todo que las risas de la multitud se oyeron hasta el valle vecino.
Pronto se corrió la voz de que estaba entre nosotros, de todas partes vinieron a verlo, él aparecía cada vez mas ridículo, siempre rechazando las kialas, la risa de cuantos lo miraban era tan vasta como una tempestad en el mar.
Pasaron los días, de las antípodas trajeron margas, lo mismo, no quiso ni
verlas, fue para retorcerse de risa.
Pero lo mejor de todo fue el final: se acostó en la colina, de cara a las
estrellas, se quedó quieto, la respiración se le fue debilitando, cuando dejo de respirar tenía los ojos llenos de agua. Si, no querrás creerlo pero los ojos se le llenaron de agua, de a-gua, como lo oyes.
Nunca, nunca se vio en Gelo nada tan cómico.

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