lunes, 13 de julio de 2009

Como decía García Lorca....


Dos horas antes, la ansiedad me tenía en vilo.
Una hora antes, me bañé, me puse mi mejor perfume, mi pelo se ondulaba sin permiso y lo discipliné sin piedad a puro cepillo y secador. El corazón se me desbocaba.
Caminando de punta a punta del departamento logré que las manecillas del reloj corrieran más rápido, hasta alcanzar un horario digno de una mujer de mundo: tampoco podía llegar al bar quince minutos antes…eso haría que mis acciones llegaran a su piso.
Tome un taxi y diez minutos después, con mi mejor cara de indiferencia, estaba entrando. Allí estaba él y aunque no se parecía a su foto, lo reconocí de inmediato, lo supe al instante.
Nos saludamos un poco cohibidos y el tiempo se congeló: el reloj dejó de avanzar, cada segundo era una eternidad.
Un tímido -¿Vamos? - se escapó de mi garganta.
“…..y lo llevé por calles oscuras”, las más oscuras que pude encontrar.
Los sapos no se convierten en príncipes, ni siquiera en humanos, y no es cosa que te sorprendan en flagrante cita con un batracio.

Huellas.


Cuando salíamos de la piletita infantil de la terraza, nos llamaban la atención nuestras huellas mojadas, que un sol calcinante borraba con rapidez del piso hirviente de la siesta.
El agua dibujaba los pies enteros de Gabriela en el suelo, pero sólo una leve luna menguante unía el contorno del talón y del metatarso en mis pisadas.
Antes de que mi amiga recurriera a su abuela, y sin ningún conocimiento de ortopedia a mis 5 años, yo intuía que mis pies no tenían nada de malo, a pesar de las mofas de Gabriela. Con esa confianza esperé la sentencia.
-Abuela, mirá las marcas que deja ella y mirá las mías. ¿No que las mías están bien y las de ella están mal?
-No, vos dejás el pie entero porque tenés pie plano.
Yo no sabía qué era eso. Pero no importaba, mis pisadas incompletas eran las buenas.
A veces, ya de grande, vuelvo a tener esa sensación, mezcla de alivio y humilde victoria cuando, después de una discusión, algo me confirma que yo no estaba equivocada.

12 de julio de 2009

Irreconciliables.


- Esta relación no va....ya no puedo sostenerla.

- No me digas eso!....Yo te amo! Vos no sentís lo mismo por mí?

- Si, pero no alcanza. No tenemos nada en común : no nos gustan las mismas comidas, no nos divierten las mismas cosas, no nos comunicamos de la misma manera; vos sabés demasiado, y yo no puedo comprender de qué me hablás....y tu manera de hacer el amor...no sé cómo explicarte....no me puedo acostumbrar. Definitivamente pertenecemos a mundos muy distintos.

- Y el amor no puede salvar todas las diferencias? Vas a darte por vencido??

Él la miró con tristeza, sin palabras. Ella, con los ojos llenos de lágrimas, chasqueó los dedos y allí mismo se desvaneció en el aire, para siempre; y regresó a su planeta.