viernes, 17 de julio de 2009

Las emociones de los que ya no están ¿a dónde van?

Queridos muertos
¿A dónde fueron a parar sus emociones? Muchas se han ido con ustedes. Pero hay otras, imborrables, que quedan dando vueltas, solapadas, en las cabezas de quienes los lloramos o los recordamos con nostalgia. Son las que surgen, multiplicándose, cuando la memoria emotiva irrumpe en nuestras rutinas. Sí, esas emociones persisten. Estoy viendo a mi suegra emocionada ante un nuevo vestido de novia (¿el décimo?, ¿el vigésimo?) colgado de la araña del comedor, a la espera de la clienta. Emoción que la transportaba a su Italia natal, cuando, a los diez años, bajo la mirada atenta de su madrastra daba las primeras puntadas en el paño blanco... Infinitas puntadas perfectas, más tarde, a los veinticuatro años, durante horas eternas, mientas las sirenas no anunciaran el bombardeo próximo y tuvieran que refugiarse en el sótano por enésima vez...
Inés Santana

Lo que nos ceden los que se fueron
Otoño. Caminando... De repente; un olor... Recuerdo ese olor. Almuerzo en lo de mi nonna. Alegría inmensa; añoro la risa, las charlas. Familiares, unidas. Interpreto la felicidad de ella… La que sentía mi nonna ya fallecida.
De mañana. Una risa inagotable estalla en mí. Sin saber de qué, sólo me siento completa, absoluta…
¿Por qué me acordé de mi abuelo? ¿Será que él se hubiera reído también de algo que vi entre mis pasos? Sí, la vecina que corta el pasto con soquetes y ojotas, rulos al viento y esa bata agujereada… Gritándole al gato como si fuera a entenderla…
Más tarde una lágrima cae en mi mejilla, capaz de penetrar mi alma… Esa lágrima se escapó imponente. Un recuerdo que nunca viví. Recuerdo de ruido, de gritos, soledad… La guerra que nunca hice…
¿Será que todas y cada una de las emociones de los que ya no están nos son cedidas a nosotros de repente, por asalto? ¿Para que tengamos la dicha de sentir nosotros con más fuerza?
Julieta Favaro


Las emociones de los que ya no están quedan titilando en los bordes de la vida. Son pequeñas vibraciones, olitas que circundan todo lo que nos rodea. Los que todavía están se nutren, en gran medida, de esas luces, de esos fulgores... Muchas emociones huérfanas se revitalizan cuando alguien las retoma. Otras se funden, otras se repelen.
Alejo Zabalza


...sin embargo, ellas no se quieren ir. Entonces se adhieren a las almohadas de los amantes, se escabullen en los bolsillos de los amigos, aprietan la garganta del enemigo y no lo dejan respirar; se meten en los ojos de los extraños, hasta hacerlos llorar sin motivo, se pegotean en la ropa de los hijos y nietos intentando protegerlos.
Se aferran con fuerza, para no soltar. Y así permanecen entre nosotros … las emociones de los que ya no están.
V.M.L


Vi una foto de 1855. Era la nueva aduana Taylor, Buenos Aires hace más de 150 años: varias personas caminan bajo el sol, casi en el mismo lugar donde ahora lo hago yo... En algún lado debe estar, tiene que estar, algo de lo que ellos sintieron.
Marité G.


Las emociones de los que ya no están quedan en los recuerdos de las personas que los añoran. Algunas se van evaporando poco a poco con el tiempo, hasta volverse dudosas y esquivas. En ciertas ocasiones, forman una larga procesión de imágenes que se proyectan en nuestra mente en forma continua y natural, transportándonos a cálidos tiempos. A veces se esconden en los lugares más profundos de nuestro corazón, como si no hubieran existido y cuando uno menos lo imagina se hacen presentes y nos demuestran que viven en nosotros.
Carolina Lencina


Cuando llegué al Vieux Port, el viejo puerto de Marsella, sentí una emoción muy grande. Fue hace varios años y recuerdo ese sentimiento como uno de los más intensos entre los que se puede experimentar en los viajes. Pero no entendía bien, tampoco entiendo hoy esa emoción, que no era la misma de París, la que despierta el cuadro de tu pintor preferido frente a vos o el hecho de pisar un lugar largamente soñado.
Después recordé haber escuchado que mi abuela paterna, a quien no conocí, había hecho escala en Marsella, en su viaje de exilio entre Alejandría y Buenos Aires. Como a tantos otros que dejaban su hogar atrás y se aventuraban hacia un rumbo desconocido, ¿qué esperanzas, qué tristezas, qué miedos la habrán invadido en ese barco, en esos puertos? No puedo saberlo. Y al palpar en la memoria lo que me provocó la vista del Vieux Port, como una postal que me atraviesa, me pregunto a dónde fueron las emociones de los que ya no están.
Liliana Kaploean



Menuda pregunta hacés: ¿A dónde van/fueron las emociones de los que ya no están?Respuesta: se disipan. Como la memoria de un microchip, cuando se destruye. No queda na de na (como dirían los andaluces).
Ricardo Georges


Ya no sé dónde se escondió ese estremecimiento que me invadía cada vez que te miraba a los ojos.Ya no recuerdo cómo recorrer tu cuerpo con los ojos cerrados para ser invadida por ansias febriles. Ya no existen sentimientos ni sensaciones plenas. He quedado vacía sobre la cama.Son olvidos de muchos cuerpos sin nombres, sin rostros, sin pensamientos, sin almas.Son presencias que estallan en mi cabeza cuando quiero dormir y se escapan por la puerta entreabierta para merodear por calles inciertas o viajar en vagones vacíos de existencia.
Virna Kohle

Me reconozco creyente en Dios aunque no sé si ahora me sienta cercano a Él y lo quiera tanto como antes. Pero ese es otro tema.
Si empecé estas líneas declarando mi fe cabizbaja es porque creo que las personas que fueron parte de nuestra vida marcharon a algún lugar eterno con muchas de sus pertenencias. Me imagino a los míos llevando sobre los hombros sacos llenos de vivencias, emociones, alegrías y llantos. Con un poco más de esto y un poco menos de aquello: no hay reglas.
Como pertenencias inseparables, allí están guardadas, en la talega infinita, listas para ser vividas nuevamente. Cuando recuerdo a los míos y vuelvo al pasado, es porque ellos han echado mano a alguna y las reviven pero en tiempo presente, porque allí el pasado y el futuro se funden en él.
Nadie sabe cuál es el mecanismo misterioso. Simplemente funciona. Para unos más, para otros menos...hasta que nos encontremos nuevamente en un abrazo que no tiene fin.
Gastón Álvarez

Dónde van las emociones de los que ya no están es para mí también un misterio, pero quiero creer que las transmiten a las personas más queridas. Por eso, a veces nos sentimos tristes o preocupados sin causa aparente. Aunque no podemos verlos ni abrazarlos, siguen acompañándonos y velando por nuestro bienestar. Perciben nuestros sentimientos; nos comunican fortaleza para sobrellevar las dificultades de la vida terrenal; nos envían buenas energías para continuar o restablecer una relación armónica con nuestro propio espíritu y con los demás. Nunca los olvidaremos; no laten sus corazones, pero aún resuenan sus palabras y obras en nuestro interior.
María Graciela Torres

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