lunes, 13 de julio de 2009

Como decía García Lorca....


Dos horas antes, la ansiedad me tenía en vilo.
Una hora antes, me bañé, me puse mi mejor perfume, mi pelo se ondulaba sin permiso y lo discipliné sin piedad a puro cepillo y secador. El corazón se me desbocaba.
Caminando de punta a punta del departamento logré que las manecillas del reloj corrieran más rápido, hasta alcanzar un horario digno de una mujer de mundo: tampoco podía llegar al bar quince minutos antes…eso haría que mis acciones llegaran a su piso.
Tome un taxi y diez minutos después, con mi mejor cara de indiferencia, estaba entrando. Allí estaba él y aunque no se parecía a su foto, lo reconocí de inmediato, lo supe al instante.
Nos saludamos un poco cohibidos y el tiempo se congeló: el reloj dejó de avanzar, cada segundo era una eternidad.
Un tímido -¿Vamos? - se escapó de mi garganta.
“…..y lo llevé por calles oscuras”, las más oscuras que pude encontrar.
Los sapos no se convierten en príncipes, ni siquiera en humanos, y no es cosa que te sorprendan en flagrante cita con un batracio.

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